El poder del enfrentamiento
Es un día común, con emociones
dispersas y actos indirectos para la libertad del pensamiento. ¿Qué es lo más
valioso que tiene el ser humano? Me preguntaba, mientras me sentaba para
escribir, es una pregunta que te la dejo a ti. ¿Por qué puedo decir que
encuentro libertad si enfrento un desafió? Hoy durante mi trayecto de todas mis
labores, recibí un mensaje “necesito hablar contigo, no puedo prestar atención,
un gran percance me agobia”, naciendo de este modo, el título del ensayo.
Antes de acudir a conversar con
esa persona, pase por una serie de momentos. Cuando recibí el mensaje, estaba
en casa, pero a punto de partir, muchos revuelos en mi cabeza y muchas cosas
por hacer. Estaba a par de minutos de ir a una charla que acudo semanalmente y
tocamos un punto importantísimo, diría que hasta vital: ¡No te angusties!
No sé si has escuchado, pero a mí
siempre me han dicho el típico “vive en el presente”. Sin embargo, me cambiaron
la moneda y agregaron “no sufras de ansiedad, vive en el presente”. Cuantas
ganas de atacar a la ansiedad.
He dejado de vivir, por soñar, en
lugar de vivir mis sueños. No he disfrutado mi momento, por disfrutar un
momento que no se si pasará. Preferí hoy iniciar una lucha, tener un
enfrentamiento como dice el título, desde hoy me declaro como una persona que
no tiene angustias, ya que ¡mi único momento es ahora! Pasó el momento y me
tocó ir a escuchar a aquella persona.
Que poder tan grande tiene el
saber escuchar, es uno de los dones más grandes
que hemos recibido y que poco lo usamos. ¡Si supieras que escuchar te da tantos
beneficios! Apuesto que jamás volverías a hablar. Conversando con aquella
persona, y mejor aún escuchando todo con detalle, prestando atención, pude
llegar a una conclusión… ¿Cuántas veces nos metemos en batallas que no son
nuestras? ¿Cuánta energía nos permitimos quitar por eso? A veces más sabio es
huir y ayudar desde afuera, que tomarte todo personal.
Para terminar, te regalo una
frase que alguna vez alguien me la regalo “No seas valiente, ¡huye!” de San
José María de Escrivá.
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