Cuando el espíritu muere
Cuando el espíritu muere, el
rostro de las personas pierden su brillo y tus ojos se vuelven juzgadores de
actos, en lugar de volverse hermanos del caído. Cuando el espíritu muere, ves a
cada hombre o a cada mujer como objeto de diversión para ti, y dejas de ser
aquella persona que transmite pasión y alegría, logrando entrar en una
monotonía. Cuando el espíritu muere, tu sonrisa desparece y tu cara se ve
envuelta por una sombra que irradia malestar. Cuando el espíritu muere, tu
deseo de vida es la muerte y la muerte es tu razón de no querer vivir más.
El espíritu muerto es similar a
un carro sin piloto, o a una pelota de fútbol sin jugador, o quizás a estas
teclas sin su escritor. Lo que más se asemeja a un espíritu muerto son a los
libros “parece que van a desaparecer” porque cada día, más lectores disminuyen,
pero los lectores que quedan son como el espíritu en llamas, que arde al
tocarlo y quema al verlo.
La soberbia, el egoísmo, el egocentrismo, son
la llave hacía la muerte del espíritu. Que tus ojos no caigan tristes al encontrarse
con la noche y se despierten desolados al salir el sol.
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