Una protesta de lluvia
Un miércoles no común
estaba levantando mi cuerpo hacía un rutina creada por ti, más no por mí. Tú,
un ocultador de la verdad, un estafador de la libertad, un sombrero hecho en
Cuenca vendido en Panamá,comprado por una ecuatoriana por el doble de lo que
lo compraría en tal ciudad, si, ese mismo eres tu…
El roce de tu rutina
va matando sin piedad a tantos que se interpongan contra ti, al momento de
matarlos, prefieres darles un respiro más y decides inyectarles tus miedos, tus
represiones, para que actúen según tus decisiones. Un grito inesperado vela en mí,
mientras camino pausado sin expresión alguna, sin movimiento alguno, sin voluntad
alguna, aquel grito que no se escucha cómo los gritos de esos niños en India,
más claro de la ciudad de la alegría que no tiene nada de alegre, cómo esos
gritos de aquellos niños consumidores de la droga “H” provenientes de Unión de
Bananeros, que finalmente nadie escucha, así son mi gritos.
Sin expresión en mi
rostro, un cabello que molesta a mis ojos, una nariz que me pica, una oreja que
me rasco por si acaso, un caminar torpe, siempre cojeando, miro aquel edificio
cerrado, sin ventanas, la piel se me pone de punta y a mi lado, veo mil
replicas que avanzan sin cuestionarse hacía esa jaula, algo les brilla, parece
que son sus talentos, alzo la mirada, vuelvo a bajarla y los miro: Arquitectos,
ingenieros, escritores, ingenieros en sistemas, abogados, párvulos, sociólogos,
políticos, artesanos, camperos, futbolistas, revolucionarios, ellos no lo ven…
Por fin, caminando
veo una piedra que sin apuro alguno se me queda viendo en un infinito número de
veces, la he visto antes, pero quiero retarla, no le bajo la mirada, ahí
estamos una lucha cuerpo a cuerpo, sin miedos, es ahora o nunca, esta vez yo voy
a vencerla… ¿Lo ayudo a levantarse Sr? Está 10 minutos tarde, dijo mi tutor
mientras me ponía de pie.
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