Dentro de los rasgos

Dentro de los rasgos encontré un motivo para vivir, aunque la vida misma no tenga sentido para vivirla, los rasgos me permitieron abrir mis ojos a lo que otros no se atreven ver: la belleza no existe, solo la muerte y sus rasgos.

Corriendo hacia el sur de la ciudad, una señora con jeans de color azul y una cartera color crema, saltaba y se movía esquivando los obstáculos de la mañana: un vendedor de agua, un charco de agua, una poma de agua, un vaso de agua, el agua caliente para el café. Es ahí cuando me acuerdo de los rasgos, el café, que delicia parar a tomar un café y jugar una partida de ajedrez, no es por rimar, son simplemente breves rasgos de la vida.

Dicen que todos los seremos humanos, dependiendo de la zona donde vivamos, tenemos rasgos que nos diferencian. Por ejemplo, un asiático (típico ejemplo), tiene un rasgo de ser más pequeño con párpados caídos, mientras que un anglosajón, es más alto y de párpados completamente abiertos.

Pero hay un rasgo que tenemos todos: la vida. La vida, tiene un rasgo muy singular, que la diferencia de la alegría, que como rasgo principal tiene a la tristeza, o tenemos a la pro actividad, que como rasgo principal, tiene a la pereza, también está la famosa paciencia, que como rasgo principal, tiene a la impaciencia. Todos estos rasgos, pueden ser eternos o pueden ser pasajeros, eso está a tu elección, sin embargo, el gran rasgo de la vida, no tiene elección: la muerte.

La vida como la muerte, es como el salir y entrar, el ir y volver, el subir y bajar, el de comer y vaciar,  el correr y pausar. Sólo que cuando entras, puedes volver a salir, o cuando vuelves, puedes volverte a ir, y cuando bajas, puedes volver a subir, y cuando vacías puede llenarte de nuevo, y cuando dejas de correr, puedes descansar y volver a correr. La muerte amigo mío, no tiene retorno, entonces vive intensamente, para que puedas morir intensamente. 

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