El temor de temer

Augusta era una pequeña chica que deseaba tenerlo todo. Con el pasar de los años, el pintoresco filósofo griego “Diógenes”, comenzó a influir en esta pequeña. Su pensamiento comercial y la mezcla capitalista que llevaba atada a sus raíces, fue desapareciendo, y aquel hombre de barril, iba entrando cada vez más a su vida.

Un día, el día que iba a dar el paso decisivo, el día de la destrucción del ego, el día del grito mundial, el día de la lucha invencible, llego el temor a tocar su puerta.

- Busco a quien quiere atreverse a dejarlo todo, por darse cuenta que realmente no tiene nada. Busco aquella valiente, pero que teme. El mayor temor del desprendido es el siguiente: se tiene en pensar que a pesar de saber que lo que se tiene, es pasajero, se llega a perder esa noción de “posesión” sobre algo material, lo cual es una urgencia y necesidad humana.
- Aquí estoy, dijo Augusta, y me dispongo a luchar por mí, por los ciegos que no quieren ver y por los que aun sabiendo, no se atreven a hacerlo.
- Augusta, dentro del mundo que conocemos, existen dos clases de seres humanos: los valientes cobardes, y los valientes. Dicen que “Valientes- Cobardes” han existido muchos, y han tenido cierta influencia positiva en sus épocas. Pero que los valientes, son tan poco, que se los pueden contar con la mano, los valientes rompen el umbral de la cobardía, y tienden a luchar solos por mucho tiempo, antes de que sus trabajos se vean valorados y usados.
- ¿Qué debo hacer para cruzar ese umbral? – Pregunto la joven Augusta.
- Pues hoy Augusta, no lo has cruzado, ya que te has detenido frente al temor de tu decisión.

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