Donde los sentimientos se encuentran
La divinidad reina ante toda decisión humana, a pesar de que estemos en constante rebeldía y avance, no hay nada que pueda detener a nuestra hermana muerte. Muerte que llega sin avisar, avisando y hasta avisada. Muerte que vemos y muerte que sentimos ajena. Muerte que la percibimos lejana, muerte que añoramos en nuestros años tristes y muerte que ahuyentamos en nuestros años de gloria.
No sé qué tipo de juego divino es este, pero aparenta algo terrorífico. Nacemos para aprender, y cuando ya hemos aprendido, debemos de regresar por donde vinimos. Tiempo corto que nos dan para poder demostrarnos, tiempo que nos sigue, tiempo que nos desvaría, tiempo que es hermana de la muerte, su más cercana amiga, tiempo que nos quema, muerte que nos guarda.
Sin embargo, a veces la muerte se sobrepone al tiempo, ya que este en sus momentos de oscuridad puede ser un ente maligno en todo su esplendor, es en aquel momento donde aparece la muerte para mostrar piedad. Cuando el tiempo va derritiendo todo a su alrededor, llega la muerte, se presenta como una luz clara, para apaciguar dolor y disputa. No pregunta cuándo ni cómo, peor anda señalando culpables, y con el aval del artista, acaba con toda desdicha.
Desdicha que crea sufrimiento a los que lo rodean, preocupación y constante ardor. Ya no sabes que es lo mejor, la muerte con años de experiencia, sabe cuándo el juego debe terminar. Vamos Lidia, te esperan German, Nancy, todos los santos a los cuales rezabas, y aquel Dios al que tanto llorabas, vamos Lidia, es hora de que descanses en paz.
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