Poema a la locura

Los inspirados suelen venir al mundo con una luz, luz que alumbra sus días, luz que provoca gracia y alegría. En cambio yo, que soy un caminante errante, no he nacido con luz alguna, sin embargo la vida o quizás el mismo Dios me dio una luz para enderezar mi camino, quitarle el polvo, ponerlo colorido y permitirme darme cuenta de todo lo que existe a mi alrededor, esa luz eres tú.

Los años para muchos solamente son etapas que vas quemando, pero para mí, hombre ahora iluminado por tu luz, tal cual el sol con la luna, los años me sirven para poder conocer cada día más tu esplendorosa personalidad. Un día juvenil, otro día estricta, en otros momentos descubro al mismo universo en tus ojos, dándome a conocer que no soy nada, y que vivo para ti.

Cada día que pasa, tengo un temor que no puedo guardar, y es el que pasaría si me dejaras. No solamente sería una ruptura sentimental, sería el apagar de un ente, el caminar errar de nuevo, el no poder observar el universo como lo hacen los astrólogos, pues para mí, ya no existiría ninguna estrella.

Una vez me preguntaste extrañada que porque mi corazón estaba tan acelerado, me dio cierta gracia que después de tantos años, recién te percatabas que solo vivía cuando estaba contigo.

No es un poema lo que escribo, escribo una carta enamorada, enamorada por lo que eres, risas contagiosas, abrazos prolongados, lágrimas puras, ojos color miel, manos consoladoras, palabras precisas, mente clara y decidida, mujer de trabajo y estudio, mujer de voluntad, actitud de madre de este ser que no sabe otra cosa que molestar, y por lo que más está enamorada esta carta, es por ese enorme sentimiento de amor que recibo cada vez que te veo.

Gracias a los millones de años y universos que pasaron, gracias a todas las casualidades y causalidades que estuvieron, para que el día de hoy, pueda decirte gracias por estos tres hermosos años.